
A fines de los 70 el Grupo de Contadora fue también fundamental. En una época en que las dictaduras militares dominaban casi todo el continente, los que se salvaban (Panamá, Venezuela, Colombia y México) dieron origen a una instancia de diplomacia latinoamericana que luego con la participación de Jaime Roldós dio respaldo al triunfo sandinista en Nicaragua. Pero después los cambios en los distintos gobiernos fueron modificando las prioridades y Contadora languideció y murió finalmente.
A UNASUR le podría pasar lo mismo. En la medida que Chávez, Correa, Evo, Cristina, Bachelet, Lugo, Lula y Vázquez comparten (en mayor o menor grado) sentimientos integracionistas y solidarios el grupo puede consolidarse, pero si a Uribe se sumaran Piñera y otros que se mueven por otros códigos e intereses, UNASUR podría perder su esencia o agonizar. Ojalá eso no ocurra, no solo porque más Uribes harían daño, sino porque la integración y la mirada latinoamericanista debe propagarse con hechos, con acciones y con ejemplos, y el mensaje recibido hoy por millones de personas en toda Sudamérica es ese: el vecino tiene problemas, estamos preocupados por él y queremos que nos diga qué le pasa y cómo podemos cooperar.
Más allá de saber si lo que se acordó ayuda a encontrar soluciones a la crisis boliviana, la actitud vista hoy me ha parecido uno de los hechos más esperanzadores del último tiempo en América Latina.
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