La sociedad chilena está enferma. O, más bien, Santiago es una sociedad enferma (en el resto del país por suerte no es igual). Es estresada, insoportable, invivible e intolerable. Y muchos hechos lo muestran.
El sábado en la noche unos encapuchados, que ocultan su rostro para quedar en la impunidad, balearon a mansalva en el pecho a un joven que caminaba luego de participar en un acto en recuerdo y homenaje a dos jóvenes asesinados por la dictadura militar. El joven baleado esperó más de una hora que lo socorrieran. Ni carabineros ni la ambulancia se atrevieron a auxiliarlo, hasta que el alcalde del sector lo sacó en su automóvil particular a un centro de salud, pero a consecuencia del desangramiento el joven murió pocas horas después.
La indolencia que ha hecho presa de la sociedad chilena queda dramáticamente de manifiesto en este acto. Nadie fue capaz de auxiliar a una persona que ha sufrido una agresión violenta y se desangra en la calle. La tan mentada solidaridad es un discurso vacío, que se activa solo cuando hay la convocatoria formal de Don Francisco. Y el resto del año los chilenos se llenan la boca diciendo lo solidarios que son porque aportan a la Teletón, pero en la cotidianeidad se ha perdido todo sentido de colaboración. Solo importa salvarse cada uno.
El individualismo impuesto como valor esencial por la dictadura caló tan profundamente en el alma nacional que sigue aún más presente y se potencia gracias a una supuesta bonanza económica que solo llega a los grandes magnates, pero que chorrea un poquito y con ese poquito los farsantes e incultos se sienten superiores al resto. Porque dado que los sistemas solidarios de la época no permitían el enriquecimiento de los más ricos, la dictadura impuso una previsión individual, sistemas de salud individual y una forma de relacionamiento que privilegia egoístamente la individualidad.
Y la democracia no ha sido capaz (porque no ha querido, además) de cambiar ese modelo y la única excepción es la reforma previsional promulgada hace unos días por la presidenta Bachelet, que vuelve a instalar formas solidarias de pensiones que coexistirán con el pernicioso modelo de capitalización individual.
Pero no es todo. El relacionamiento de la sociedad, la forma de exponer cada uno sus ideas, es absolutamente negativo. La derecha ha impuesto en el país un concepto de bronca permanente, que al ser repetido el día entero por los medios de comunicación se ha instalado como verdad en la opinión pública. La derecha no tiene propuestas políticas, no presenta ideas y ha perdido todas las elecciones realizadas en Chile desde 1989 en adelante.
Entonces, impusieron un discurso que busca enlodar todo lo que venga del gobierno y los sectores democráticos del país. Como no tienen propuestas lo que hacen es ensuciar al resto, a ver si al quedar ellos limpios consiguen llegar al gobierno nuevamente, después de 20 años.
Y se instalado en el mundo político y empresarial un lenguaje de descalificación y descrédito insoportable, que es repetido por la prensa, dejando en el aire la imagen de que en Chile todo el mundo roba, todo el mundo es delincuente y, lo que es peor, ahora a todo el mundo se le presume culpable antes que se pruebe lo contrario.
Joaquín Lavín ha percibido claramente esta perversión y ha tratado de bajarle el tono al discurso beligerante de la derecha y del vocero de Gobierno, pero no cuenta con el apoyo de la prensa, que se ha sumado a la expresión teórica de esa violencia: la teoría del "desalojo", y no logra encauzar una relación normal entre gobierno y oposición, que debieran actuar como rivales políticos y no como enemigos. Pero esto la derecha lo ha transformado en una guerra. No les basta tener el poder económico, un poder absoluto, aumentado groseramente en el período de Lagos, sino que quieren todo el botín: el poder político también.
En esta estrategia se inscribe la acusación contra la ministra de Educación. La dictadura entregó a los municipios los colegios del Estado y desde entonces se ha comentado siempre a todo nivel que esa estructura fomenta el abuso y la corrupción, al pagar los subsidios según la asistencia que los colegios informan al Ministerio. Entonces, que la derecha venga ahora a rasgar vestiduras es una sinvergüenzura más de las que nos tienen acostumbrados, pero que disfrazan con un supuesto lenguaje de pureza a la que mucha gente desgraciadamente da crédito.
Por todo esto yo creo que esta sociedad está enferma. Enferma de egoísmo, enferma de maltrato permanente. En las calles de Santiago uno vive miles de riesgos, porque nadie tiene respeto por los demás, ni siquiera para las señoras con sus bebés en brazos o los enfermos o abuelitas. Los choferes los dejan botados, las pasajeros no les dan ceden el asiento, etc. Es dramático. Pero como los sectores que imponen los temas de discusión (los de uno y otro lado del espectro), no sufren estos problemas pues son parte del 10% más rico que vive en sus ghettos del barrio alto, en una burbuja en que se retroalimentan entre ellos mismos, estos temas no se atacan y siguen carcomiendo la vida diaria de la población, empobreciéndola en lo humano de una forma brutal. Y fomentando una actitud desagradable e híper agresiva de relacionarse con los demás, aumentando la auto-suficiencia y auto-complacencia, la xenofobia, el maltrato al prójimo, etc.
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