lunes, 14 de abril de 2008

Entendiendo la crisis "subprime"

Desde hace meses los medios de comunicación hablan de la crisis "subprime" generada en Estados Unidos en el sector inmobiliario, que hizo caer las bolsas en todo el mundo, lleva a la recesión e incluso hundió al quinto mayor banco de ese país, el Bear Sterns. Y como siempre se ha dicho que cuando EE.UU. estornuda todo el resto nos resfriamos, éste resulta ser un tema importante, pero es tratado en los medios como si todos fuéramos entendidos. Afortunadamente por fin encontré en el artículo "Subprime: el lenguaje del engaño", de Raúl Sohr, una explicación de qué se trata este asunto, el que usé como base para esta nota.

El mundo financiero internacional se tambalea. Nadie sabe a cuánto alcanzan las pérdidas del llamado mercado "subprime", palabra que significa "bajo lo óptimo", pero que en realidad quiere decir "de alto riesgo". A los mercados, es decir a los banqueros y operadores financieros, no les gusta hablar de riesgos y por eso inventan estos términos. La falta de transparencia en los mercados financieros es directamente proporcional al vocabulario grandilocuente empleado, tal es así que Bearn Sterns llamaba "High Grade Structured Credit" a sus fondos subprime (Crédito estructurado de alto grado) y parecían una gran cosa.

Dos humoristas ingleses, John Bird y John Fortune, explican el problema simulando una entrevista (se puede ver en YouTube). El que hace de banquero dice: imagínense a un negro cesante sentado en la puerta de su casa en Alabama; se le acerca un individuo que le pregunta si le gustaría comprar una casa antes que la suya se caiga a pedazos, porque puede ofrecerle un préstamo. Entonces el otro personaje aclara que aquél no es un banquero, sino un vendedor que gana comisión por cada hipoteca que consiga.
Después, esta y otras deudas igualmente dudosas son llevadas a Wall Street y convertidas en un "vehículo estructurado de inversión" que se vende a otros bancos que a su vez la revenden a otros, contaminando al resto del sistema financiero.
El entrevistador pregunta por qué los bancos centrales y gobiernos les dan más dinero a pesar de las bochornosas pérdidas. A lo que el segundo personaje responde que es porque no serán los banqueros los que sufran las pérdidas, serán los afiliados de los fondos de pensiones.

Ahí está la esencia del problema entonces: los bancos dan millones en créditos sin respaldo suficiente y cuando el sistema hace crisis convierten su ineficiencia y/o descaro en un grave conflicto social, en crisis del sistema.

Cuando un ciudadano o una pyme pasan por tiempos difíciles y piden condiciones especiales, los grandes grupos financieros advierten los peligros de alterar las "leyes del mercado", pero cuando son ellos lo que están en aprietos no se ruborizan en pedir oxígeno al Estado, por el bien no de ellos, ¡¡noooo!!, sino por la buena salud de la economía. Es la ley del embudo en su máxima expresión. En EE.UU. la Reserva Federal ha dispuesto millonarias ayudas para los banqueros que incurrieron en las deudas, pero no hay nada para los ciudadanos cuyas casas hipotecadas fueron retomadas por los bancos, perdiendo todo lo que habían abonado.

Es que los bancos, en vez de prestar 8 veces el monto de su capital efectivo lo han hecho en razón de 30 veces y más y sus ganancias son desproporcionadas. En Estados Unidos, en 1980 el sector financiero obtenía el 10% de las ganancias del mundo corporativo, pero en 2007 lograron el 40%. Y ese afán de lucro desmedido los llevó a ignorar las normas elementales de prudencia. Si los banqueros perdieran su patrimonio sería asunto de ellos, pero no, deben ser rescatados con fondos públicos porque los verdaderos afectados son los fondos de pensiones de personas que no tienen manejo alguno sobre sus dineros.
Los Estados debieran supervisar los mecanismos de especulación financiera. Y gravar las ganancias excesivas de la banca para disponer de fondos que aseguren que los préstamos bancarios tengan un respaldo efectivo.
¿Algún día se logrará ponerle "el cascabel al gato"?

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