domingo, 19 de octubre de 2008

Un barco sin capitán

A propósito del plan de rescate financiero de 700 mil millones de dólares del gobierno norteamericano que discutió el Congreso, la periodista chilena Elizabeth Subercaseaux escribió desde Washington para el diario "La Nación":

Justo cuando era más necesario, en momentos en que el mundo entero tenía sus ojos puestos en el Capitolio, Washington envió una clara señal de falta de liderazgo: el Presidente George W. Bush no tuvo la fuerza política necesaria para convencer, ni siquiera a sus propias bases, de aprobar un paquete de medidas de rescate del sector financiero.
(...)
Cuando finalmente los Representantes aprobaron el plan, luego de interminables negociaciones y presiones casi insoportables, Wall Street, el Congreso y la Casa Blanca respiraron aliviados, pero los mercados no respondieron como se esperaba ante los signos de recesión y la gran pregunta sigue flotando en el ambiente: ¿este plan ayuda a sacar el agua del bote que se está hundiendo o tapa el agujero?
Hay consenso entre economistas y políticos de que el plan es sólo el principio de un proceso de regulaciones, revisiones, supervisiones e incluso enmiendas al mismo plan para que su implementación resulte eficiente y las cosas se hagan bien.
Uno de los aspectos que añade dramatismo a esta crisis es que ocurre justamente al final de la campaña presidencial, cuando faltan pocos días para elegir a quien tendrá que hacerse cargo de un desastre que amenaza con dejar a la economía estadounidense en condiciones famélicas durante los próximos dos o tres años.
A la hora de evaluar a quien ha afectado más el descalabro financiero, hay que decir que Barack Obama ha salido bastante mejor parado que John McCain. Siempre se dijo que la economía era el fuerte del postulante demócrata y el aspecto más débil de su adversario republicano, y eso ha resultado ser cierto, al menos en las apariencias.
El público ha visto en Obama a un líder sereno y reflexivo en medio de la crisis. Las 4 condiciones que definió como indispensables para que los demócratas apoyaran el acuerdo en el Congreso fueron consideradas en la redacción final. Ha explicado de manera clara cuáles serían las consecuencias para el hombre de la calle si no se rescata al sector financiero de un colapso total.
Y todo esto se ha reflejado en las encuestas, donde ha subido casi con la misma velocidad con la que se profundiza la crisis. Un 64% de los estadounidenses lo ve mejor capacitado para manejar la economía que McCain. Las mismas encuestas dicen que Obama ganó el debate presidencial en todos los frentes el económico y el internacional y las apuestas señalan que, al ser considerado más apto que su rival en el manejo de la economía, sus posibilidades de ganar la elección son ahora mucho más reales que hace dos meses.
El hecho de que John McCain se haya dado por vencido y simplemente retirara su campaña del estado de Michigan habla de por sí de lo mal que están las cosas para su candidatura. Si las encuestas reflejaran hoy lo que sucederá el 4 de noviembre, McCain perdería la elección, y su caída se debe fundamentalmente al problema económico.
McCain se ha demostrado ignorante en el dominio de la economía, errático y atolondrado desde el comienzo de la crisis. "Hace tiempo que sabemos que el señor McCain no sabe de economía, lo ha dicho él mismo y también ha negado haberlo dicho, pero eso no importaría tanto si tuviera buen gusto a la hora de escoger a sus consejeros económicos", escribió Paul Krugman (*) en "The New York Times", para explicar que el candidato republicano tiene entre sus asesores económicos a gente como Phil Gramm, quien hace sólo dos meses declaró que el país se encuentra en una "recesión mental" y que los norteamericanos son unos "quejosos". Gramm ha participado activamente en el desmantelamiento legislativo de las regulaciones a la economía y está siendo señalado como uno de los grandes responsables de esta crisis. Y se ha dicho que, si gana McCain, Gramm sería su secretario del Tesoro.
(*) A Krugman se le otorgó, recién en estos días, el Premio Nobel de Economía 2008.

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