martes, 19 de diciembre de 2006

Políticas públicas de transporte

Yo me considero una persona común y corriente. No tengo auto ni cable ni tarjetas de crédito, caigo en el grupo socioeconómico C2C3 (según la clasificación inventada por los encuestólogos) y pierdo unas cuantas horas diarias en micro para ir y volver de un trabajo que únicamente me permite pagar las cuentas básicas de luz, agua, dividendo, teléfono, etc.
Por eso, yo soy uno de los miles que sentimos en carne propia el impacto de las medidas que se toman respecto a transporte público en Santiago. Por ejemplo, el impacto del ordenamiento de los recorridos de octubre 92 fue positivo. Ordenarlos del 100 en adelante y uniformizar su aspecto (todos los buses amarillos con blanco) fue una medida que puso atajo al desorden que se había generado por el crecimiento de la ciudad.
Sin embargo, las otras medidas tomadas no han tenido un impacto positivo, sino francamente negativo. Y esto, en mi opinión, se produce principalmente por un hecho bien concreto: los ingenieros que planifican y "ordenan" el transporte no usan la locomoción colectiva. Todos tienen auto y viven en el barrio alto y por lo tanto sus propuestas son teóricas y no responden a la realidad de la gente que debe movilizarse todos los días en micro.
Algunos ejemplos de estas "inteligentes" medidas han sido los desvíos de las micros que van por Alameda hacia Amunátegui y hacia Av. España. Como esos ingenieros en transporte no tienen cotidianeidad con la locomoción colectiva, a las micros que toman Amunátegui las hacen dar una estúpida vuelta por Nataniel (donde van todos los buses de Teatinos hacia Gran Avenida, aumentando el taco en forma delirante), Tarapacá y Lord Cochrane. Y a los que deben entrar por Av. España (recorridos 361, 366, 419, 346) los hacen dar una tremenda vuelta por Cumming - Moneda - Esperanza - Alameda, generando un taco a la salida de Esperanza que significa pura pérdida de tiempo, sobre todo a las 7 u 8 de la tarde, cuando la gente viene cansada del trabajo y quiere llegar pronto a su casa. Estas medidas son muy tontas. Pero se supone que los inteligentes ingenieros las pensaron con mucho detenimiento.
Igual va a pasar ahora con el Transantiago. Hay muchas medidas que significan complicarle la vida a la gente en vez de aliviársela. Por ejemplo, van a hacernos ir todos al metro, lo cual implica andar todo el día como sardina. Nos quitan opciones de movimiento. Por mi casa pasarán solo dos líneas de alimentadores, una que va hacia el metro Franklin y la otra hacia el Llano Subercaseaux, cuando en este rato por la esquina de mi casa hay 9 líneas que llevan a Portugal, Alameda, Estación Central, Apoquindo, El Salto, La Florida, Quilicura, todo Departamental, etc. Por lo tanto, para mí el Transantiago significa dos retrocesos: tener que hacer montones de cambios de bus y verme en la obligación de andar apretujado en el metro... Pero del Transantiago seguiré hablando más adelante.

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