Lo cierto es que La Polar en la práctica es la tienda de la gente de menos recursos. Y tienen asumido que ese es su nicho de mercado. Que eso significa riesgos comerciales mayores y que su "cartera vencida" (las deudas que no logran cobrar) es más alta que en todas las otras empresas del rubro.
Hasta que... el castillo de arena se derrumbó, tan rápido como había crecido. Centenares de clientes (sumaban unos tres mil pero ahora se sabe que son más de 400.000) denunciaron haber sido objeto de abusos inexcusables por parte de "La Polar", que decidió unilateralmente repactarles sus deudas, llevándolas a niveles en muchos casos inconcebibles. Los medios han mostrado muchos casos de personas que debían 300.000 pesos y luego de 10 ó 12 repactaciones no autorizadas la deuda llegó a 5 millones, por ejemplo.
Ese abuso fue denunciado hace un año al Servicio Nacional del Consumidor (SERNAC), quien inició la mediación. La empresa ofreció para diciembre pasado una solución a sus clientes y ante la falta de respuesta, SERNAC presentó hace unas semanas la demanda colectiva en los tribunales de justicia. Y así se destapó la estafa.
Porque el problema no es solo el abuso contra los consumidores, lo que ya es indignante por sí mismo. El otro tema grave para el sistema es la distorsión que generaron estas repactaciones en los balances e informes financieros de La Polar. Esas operaciones, se reflejaban en los libros de contabilidad como que la deuda anterior se cancelaba (disminuyendo las deudas del pasivo) y se entregaba un nuevo crédito (aumentando los valores por cobrar en el activo). Con ello la empresa parecía fuerte, rentable, los inversionistas mantenían su confianza y las acciones mantenían su valor en la Bolsa. Pero todo eso era falso, era una mentira que había partido del abuso a los clientes y que como un boomerang les ha reventado en la cara.
Mientras tanto, los organismos de control han brillado por su ausencia. Ni la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras ni la de Valores y Seguros fueron capaces de detectar los errores que escondían sus estados e informes. Pero además el ministro de Economía, Sr. Fontaine, en ese tonito bien cuico con que habla, ha tenido la desfachatez de decir que es solo "un accidente". Como si burlarse sistemáticamente de la gente durante meses sea comparable a un choque de dos automóviles.
Lo justo sería que cayeran las penas del infierno sobre La Polar, pero nada garantiza que eso ocurra. La justicia pocas veces es justa y hay la misma probabilidad que estos delincuentes de cuello y corbata salgan libres de polvo y paja y puedan seguir actuando contra la gente más humilde que confió en su "compromiso de cuotas bajas" y en la figura de Jorge Zabaleta, pero terminó como la peor de las telenovelas.
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