miércoles, 5 de noviembre de 2008

Nadie podrá quedar indiferente

Tal como se preveía, Barack Obama acaba de ganar las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Y desde hoy la historia se escribirá con un antes y un después. Más allá del éxito que tenga Obama en el gobierno, su triunfo señala un cambio, un giro, un hito histórico.
Como lo ha dicho esta noche, en un parque en Chicago pero seguido en el mundo entero, en su primer discurso en calidad de presidente electo, esa mujer negra que en Montgomery hace algo más de 50 años dio el ejemplo que iniciaría la lucha por los derechos civiles nunca pudo imaginar que uno de ellos llegaría un día a la Casa Blanca.
Pero el triunfo de Obama no solo tiene connotaciones raciales. Tiene también los componentes del nuevo liderazgo que encarna. Obama ha logrado atraer a los jóvenes con su discurso, y fueron millones los que se inscribieron por primera vez para votar. En esta elección votaron 28 millones de personas más que en 2004, de los que la mayoría son jóvenes. Y el 78% de los votantes entre 18 y 25 años votaron por Obama. Pero también se incorporaron latinos y afroamericanos, que han visto que, como dice su campaña "si se puede" (yes, we can), se puede llegar lejos si se tiene voluntad, convicción, aún siendo parte de los discriminados. Es decir, hay una renovación generacional que le hace bien a la política, a los países, a los gobiernos. Incluso ese estilo como de rockstar es una forma moderna que pone distancia con la política acartonada de quienes son parte del sistema.
Para los que estamos fuera de EE.UU., todo lo que se sabe de Obama es lo que se ha venido escuchando y viendo en las noticias, que por lo general no son más que cuñas de 20 ó 30 segundos, pero yo nunca había visto hasta ahora un discurso de Barack Obama y me impresionó enormemente.
Me impresionó, primero que nada, la serenidad con la que enfrentó un momento tan importante y emotivo en la vida de cualquier persona; me impresionó la claridad de sus ideas y conceptos, la facilidad con que se expresa y lo bien que modula; me impresionó la forma de asumir el inmenso desafío de ser "el dueño del mundo".
Pero también me gustó mucho que en un discurso muy breve, que era fundamentalmente de agradecimiento y celebración, tocara de inmediato puntos importantes: habló de las dos guerras, de los soldados en Irak y Afganistán, de la gente que ha perdido sus casas y de la relación que debe existir entre el éxito de Wall Street y la calidad de vida de la gente común. Es decir, puso el acento en los temas más cruciales, que son las peores herencias que deja Bush, eso ya le da un sello, inmediatamente.
Y me encantó como abordó el tema racial, porque lo hizo casi poéticamente. Habló de Lincoln, de la mujer de Montgomery, de Martin Luther King y de aquella anciana negra de Atlanta de 106 años que nació siendo esclava y hoy había votado por primera vez.
Y en su relación con el mundo, habló de colaboración y no de enfrentamiento.
Con una trascendencia y resonancia muy distinta, el triunfo de Obama, que incide en el mundo entero, tiene el mismo significado que el de Michelle Bachelet hace casi tres años en Chile: la primera mujer, el primer negro, son símbolos de apertura. La discriminación no va a terminar por ese solo hecho, pero la sociedad reacciona distinto y tiene otra mirada. Y eso en sí mismo ya es positivo.
Lo ocurrido este 4 de noviembre en Estados Unidos podría ser algo así como el inicio del siglo XXI, ni más ni menos. ¿O le pongo demasiado?.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No Renato, no le pones ni una pizca de más. La elección de Obama va a cambiar las relaciones de poder en el mundo, por una parte la forma en que EEUU se va a relacionar con los de más y, desde luego, la forma en que los demás miran a los EEUU. Podría seguir por horas hablando de esto, pero esperemos a que los hechos empiecen a hablar por sí solos.
Como tú muy bien sabes, yo he sido un ferviente partidario de Obama desde antes que comenzara su campaña ya hace dos años.
Como te he escrito más de alguna vez, la de Obama es la generación de los concensos, la política de los puntos de acuerdo y no la batalla por los puntos de desacuerdo. Al fin de cuentas sólo tenemos un planeta y se está quedando chico y si no aprendemos a compartirlo terminaremos sin planeta para nadie.

Como siempre,
un abrazo,

Jorge