
La presidenta de la República, como se sabe, fue detenida y torturada después del golpe. Ese hombre respetable que era su padre murió en manos de los militares y ella y su madre vivieron el exilio. Por eso, lo que menos podríamos imaginar es que justamente en este gobierno se impida recordar a los caidos, en el lugar por donde quien los representa a todos, Allende, fue sacado de La Moneda. Ciertamente la Presidenta no puede estar en cada una de las decisiones que toman los subalter- nos, pero hay principios que son intransables y la línea la tiene que dar ella.

La democracia se cuida y defiende ampliando los espacios democráticos, no reduciéndola ni rodeándola de policías. De nada sirve que mañana la Presidenta dé excusas o reciba a las dirigentas de la AFDD. El daño ya está hecho y quedará registrado que en el 34 aniversario del golpe, el mismo gobierno que promueve la educación en derechos humanos y su institucionalización como política de Estado, ha impedido que la marcha que desde 1990 pasa por calle Morandé, junto al Palacio de Gobierno y al monumento a Allende, pueda hacerlo esta vez.
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