
Curanilahue se ha volcado de manera impresionante a las calles para despedir los restos mortales de Cisternas. Es que la población de Arauco es la más pobre de Chile. El carbón y las grandes plantaciones forestales les han sacado los pulmones por cientos de años y ellos siguen ahí, sin futuro ni esperanzas. Al cerrarse las minas de carbón se generaron planes de diversificación laboral que no han tenido éxito (quizás la única excepción es el call center del Banco del Estado) y la gente de la provincia de Arauco sigue aferrada a una sobrevivencia que debiera indignar a quienes tienen como parámetros los malls y la mesa bien servida. Los trabajadores forestales durante el funeral destacaban que Rodrigo Cisternas luchaba "por llevar un pan más grande" a su casa, para su mujer y su hijo pequeño, porque en Arauco se lucha por el pan de cada día. Esa es su realidad.
Y matarlos a balazos es tan repugnante como hace cien años mataron a los trabajadores del salitre en la Escuela Santa María.
La democracia le debe a los trabajadores y a la población de Arauco un lugar en sus políticas, no discursos y buenas intenciones. Y a los obreros forestales una mejor calidad de vida, que las empresas de la celulosa (que son dos) se enriquecen de manera desorbitante con la explotación de estos hombres.
Y ahora -además- Carabineros actúa como guardia de seguridad de los empresarios. Para eso no se luchó por la democracia.
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