
Luego vendrán otros problemas:
(1) que el metro no va a dar a basto: es que es iluso pensar que si ya anda repleto, con un millón de personas más cada día uno vaya a poder subirse a un carro.
(2) los nuevos recorridos: por un lado los troncales son pocos y no cubren las rutas tradicionales, mientras que los alimentadores no llevan adonde la gente va.
Esto se debe (como lo digo en un artículo anterior en este mismo blog), porque la planificación la han hecho personas que no son usuarias de la locomoción colectiva, que no tienen la sensibilidad de usar el transporte público a diario. No es suficiente que se suban de vez en cuando al metro para ir a una reunión o que hayan hecho el ejercicio de tomar algunas micros para preparar el plan o que cuenten que cuando eran cabros hayan tomado micro. La realidad de salir a las 6, las 7 ó las 8 de la mañana a pararse en una esquina a esperar una micro para ir al trabajo no se transmite de boca a boca ni se puede adquirir porque algún día un funcionario o un ingeniero salió a algún lugar “típico” (el 14 de Vicuña Mackenna o Alameda con Las Rejas por ejemplo) a ver como van las micros.
Por eso, uno se encuentra con recorridos que seguramente no satisfacerán la demanda del grueso de la población. Un caso: en el sector H, a la gente de la Caro, la Santa Olga, La Victoria y la Población Dávila les ponen recorridos que llevan a Vicuña Mackenna con Carlos Valdovinos, pero esa es una lectura absolutamente equivocada. Esta población requiere llegar a la Gran Avenida y al centro, no al paradero 5 de Vicuña. Por lo tanto, debieran haber más troncales por Gran Avenida y por Santa Rosa y los alimentadores sacar para allá a la gente.
Supongo que este aprendizaje se irá haciendo en la práctica pero es muy arriesgado lanzar un plan tan ambicioso para ir corrigiendo sobre la marcha. Porque además va a dar una imagen de improvisación que puede transformarse en una gran bola de nieve.