
Por la casa de Ilonka (profesora de la Escuela de Teatro de la Universidad Central), donde vivía Jorge, pasaron decenas de chilenos, muchachos jóvenes la mayoría, que al llegar a la ciudad no tenían donde alojar. A veces habían hasta 5 y 6 a la vez. Ellos iban encontrando un lugar donde mudarse y llegaban otros, ahí en un altillo, a dormir en sacos y colchonetas. Cuantas horas pasamos conversando con Jorge en ese altillo. Como él realizaba actividades artísticas no cumplía horario de oficina, por lo tanto tuvimos un contacto permanente durante esos años en Quito, 1975-76 más o menos.
Así contaba Jorge su llegada a Quito en una entrevista: "Desde el avión sentí, por estas percepciones que uno tiene, que llegaba a una ciudad muy linda, Quito, y me pareció que ahí me iba a quedar y así fue. Pero, igual dormí en las calles y que

Jorge hizo teatro en Quito y presentó varias obras, con la Marisol, con Ilonka y con varios destacados actores ecuatorianos. Después viajó a Cuba y ahí se quedó pegado.
"Mi madre, en uno de sus viajes a Ecuador me dijo que me acordara que yo tenía un grave problema en mi pierna y me tenía que operar. Hice las indagaciones y pregunté si podía ir a operarme a Cuba porque era gratis. Me fui a La Habana, me operé allá y llevé mis 32 personajes que yo había grabado para la televisión ecuatoriana, que no se emitieron al aire porque se dieron cuenta que algún sentido social tenían. Esos personajes los convertí en un café concert y eso me valió una invitación para ser director artístico en la televisión cubana. Regresé a Ecuador por un año, cerré todas mis cosas y me fui a La Habana, donde estuve 10 años. Tengo menciones, medallas y premios que nunca se le habían dado a un extranjero. Eso nunca se supo en Chile, porque era La Habana y no París."

La última vez que lo vi fue hace unos meses. Nos encontramos a boca de jarro en Morandé con Agustinas. Me contó que había estado en Quito, porque lo habían invitado para hacerle un reconocimiento y que se había reencontrado una vez más con su calidez, su calidad de vida, la amabilidad y solidaridad de los ecuatorianos, con los viejos amigos. Había vuelto con el corazón lleno de alegrías.
El mismo corazón que lo traicionó, quizás cansado de tanta sensibilidad que Jorge derrochaba siempre. Porque conocí más al ser humano Jorge Guerra que al personaje Pin-Pon, por más que fueran demasiado simbióticos.
Un resumen de sus datos en El Mercurio de hoy.