En el norte, hay 33 mineros atrapados desde hace dos semanas en un socavón de la Mina San José, cerca de Copiapó, en Atacama. Es una situación terrible. Se supone que los mineros quedaron en un refugio de la mina, pero no hay ninguna seguridad en que eso sea efectivamente así. Para peor, se supone también que están a unos 800 metros de profundidad. Desde hace 12 días hay unas gigantescas y ultramodernas maquinarias que están haciendo sondajes para poder llegar hasta donde se cree estarían los mineros. La sonda llegó hoy a los 700 mts. y no dieron con el lugar. Mientras tanto, uno se pregunta que pasará con esos 33 trabajadores sepultados vivos bajo toneladas de tierra, piedra, arena y mineral. ¿Seguirán vivos?, podrán resistir?, estarán en un refugio efectivamente?, algunos de ellos habrá enfermado en ese encierro? o habrá enloquecido ante la incertidumbre? Es algo tremendo, muy tremendo. Este es el drama visible, el que está todos los días en los titulares y en la preocupación de la población.
Pero en el sur hay otro drama, del que los medios no hablan, porque son personas que tienen una posición político-ideológica diferente a la de los diarios y canales de televisión y porque el gobierno, a través del ministro del Interior autoritario y fascista que tenemos, debe estar presionando permanentemente para que pase inadvertido: hay más de 30 presos mapuches en huelga de hambre desde hace 38 días (desde el 11 de julio) en las cárceles de Concepción, Temuco, Angol y otras del sur del país. Los presos en huelga de hambre piden que se les deje de procesar por la ley antiterrorista y que no se les juzgue paralelamente por la justicia civil y la justicia militar. Este drama solo es visibilizado por los familiares de los detenidos, por sus compañeros de lucha y por la población mapuche solidaria con la causa de su pueblo. Muy poco por cierto.
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