Los hechos ocurridos en Rio de
Janeiro y en Chile el día que la selección chilena ganó a España en el mundial
de Brasil, muestran claramente la degradación a la que ha llegado el acontecer
social en Chile, pero que las autoridades y los medios los tratan cada uno como
hechos aislados para no tener que pensar que este es un problema mayor, de
convivencia, cultura y educación, que afecta a una alta proporción de la
población chilena.
Chile se ha convertido en una
sociedad AGRESIVA, irrespetuosa e indolente. La solidaridad solo se da cuando
Don Francisco lanza la Teletón
o cuando ocurre algo fuera de lo normal: un terremoto, un gran incendio, pero
en la vida diaria no existe solidaridad, nadie da el asiento a las personas
mayores o a señoras con guagua, sea en el metro o los buses. Aún más, cualquier
veinteañero(a) ocupa sin escrúpulos los asientos indicados para personas
vulnerables.
Todos los días la gente sufre
agresiones y maltratos (no me refiero a actos delincuenciales como robos o
asaltos), llenos de garabatos dichos de la peor manera, porque se exaltan por
cualquier situación cotidiana: un empujón en Ahumada, un topón en una luz roja,
un muchacho con el reggaeton a todo dar en un bus, etc.
En los últimos 25 años el chileno
común ha tomado paulatinamente una actitud de superioridad respecto a todos los
demás (ni decir, respecto a peruanos, bolivianos o ecuatorianos, que son
discriminados cotidianamente en nuestro país) y esa actitud hace que los chilenos
sean ofensivos y agresivos de la forma más desagradable y maleducada.
Por ejemplo, en todas las
secciones de comentarios y chats de páginas de Internet, sean de fútbol o de
noticias, los epítetos de los chilenos, escudados en un nick, son terribles.
Tratan de la forma más soez a cualquier otro interviniente, y siempre con
ofensas de la cintura p’abajo, mostrando esa castración sexual que se refleja
en tratar al otro al menos de “maricón”, y
en que los “conchetumadre”, “chúpalo” y otros similares abundan. Esto
hace muy desagradable leer comentarios en páginas como espn, fox, cooperativa y
muchas otras.
Pero también, todos los días en
el mundo hay chilenos que “no hacen noticia”, pero son detenidos por robos, por
pequeñas y grandes estafas. Porque los chilenos se creen “vivarachos”, se creen
más vivos que los demás y piensan que con esa viveza, por ejemplo, se pueden
meter al Maracaná a ver el partido con España. Con esa misma viveza, muchos
hemos visto a chilenos arrendar casas y dejarlas de noche llena de deudas, o
sin mobiliario porque los remataron. En Europa los principales lanzas son
chilenos.
Todo eso hace daño a la imagen
del país en sentido humano (aquí no se toca el tema comercial), daña la imagen
del pueblo chileno. Imagen que ha quedado severamente dañada en Rio, porque la
noticia del vandalismo en la sala de prensa del Maracaná ha sido reproducido en
todos los medios del mundo. Además de otros chilenos detenidos robando en un
mall de Belo Horizonte o los que falsificaban pases de la Fifa.
Chile sufre una crisis social,
una “flaiterización” de la sociedad, que no nace de gente malvada que quiere
hacer daño. Nace de gente que está excluida por el modelo. Excluida de buena
educación, excluida de una atención oportuna de salud, excluida de buena
vivienda, excluida de buenos sueldos y buenas pensiones y bombardeada por niñas
flacas y rubias del barrio alto que ofrecen productos inalcanzables. Eso ha
derivado en una violencia que –espero- la derecha entienda que no se reduce a
los encapuchados que se mezclan en las marchas por la educación, porque esa
violencia se ha expresado de la misma peor manera en una situación de “éxito y
alegría” como es un triunfo deportivo, lo que demuestra que esta violencia es
una explosión social y no un hecho de “cultura deportiva” ni de terroristas
camuflados entre los estudiantes.
En las celebraciones del triunfo,
además, hubo más de 500 buses del Transantiago dañados. ¿Es forma de celebrar? Si
Chile sigue avanzando en el Mundial nos quedaremos sin buses en las calles? El
sistema de transporte público santiaguino es malo o al menos deficiente, pero
no se soluciona rompiendo buses ni golpeando a los choferes. Asimismo, es
dramático ver cómo en algunas poblaciones los delincuentes barriales saquean
los jardines infantiles donde asisten sus propios hijos, hermanos y sobrinos.
Hay una degradación que no se quiere reconocer ni asumir.
Pero mientras los medios de
comunicación y las autoridades (de gobierno y oposición, las élites que viven
en su burbuja) sigan tratando cada uno de estos hechos como un problema
específico y puntual y no miren su globalidad, la sociedad chilena seguirá
cayendo en este despeñadero, en esta involución social.