miércoles, 3 de marzo de 2010

Violencia, desolación y vergüenza


La primera violencia fue de la naturaleza: un sismo impresionantemente fuerte y muy largo que nos despertó a las 3:34 de la madrugada del sábado 27.

Al ruido subterráneo propio del movimiento telúrico se sumó la crujidera de la casa, que parecía que se desarmaría como caja de fósforos, y el bullicio de las cosas que caían, ya sean tazas, platos, vasos, repisas, cuadros, etc. Un pequeño infierno de más de 2 minutos.

Luego vino el silencio. El sistema de telecomunicaciones falló de la manera más rotunda. Este terremoto ha sido el gran fracaso de la telefonía móvil. Cuando todos creíamos que con un celular teníamos conectividad total y permanente, un sacudón de la naturaleza nos dice que no, que no sirve, que es un artículo desechable más de esta sociedad de consumo. Y que lo único seguro es tener un teléfono de red fija.

Entonces nos quedamos todos en la nebulosa, en el limbo comunicacional. No podíamos contactarnos con los seres queridos, porque los celulares no servían, no nos conectaban. Y no nos permitían tener la tranquilidad que da escuchar al otro lado de la línea un "estamos bien".

Después fue empezar a oir. Primero la Cooperativa, que ante la falta de información cierta comenzó a llamar a cada uno de sus periodistas para que ellos cuenten lo que veían en sus casas, en sus barrios y en el trayecto hacia la radio. Y luego la Bío-Bío, que con su extraordinaria red de corresponsales empezó a develar, poco a poco, lo que había sucedido. Y así comenzamos a saber lo que pasaba.

Rápidamente la Presidenta llegó a la Oficina Nacional de Emergencia para ponerse a la cabeza de las coordinaciones. Pero no había comunicación con las zonas más afectadas. Hasta avanzada la tarde del sábado todavía era imposible comunicarse con Concepción (excepto para la Bío-Bío).

Así entonces empezamos a tomar conciencia del drama, de la desolación, de la devastación. Primeras noticias de los graves daños ocurridos en Curicó, en Talca, en Concepción. E ir conociendo que muchos pueblos, balnearios y caletas pesqueras habían sido arrasadas por el mar. El maremoto (que ahora llaman "tsunami") que siguió al terremoto se llevó todo en 500 kms de costa.
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Y de repente la sorpresa, la otra violencia. La explosión social que ha hecho trizas muchas de las cosas que los chilenos creían de ellos. La explosión social que tiene que ver con desigualdad, con falta de oportunidades, falta de educación, de acceso a servicios. La explosión social que ahora vemos que estaba latente pero que necesitaba una válvula de escape, que fue el terremoto. La explosión social de gente que erróneamente cree que robando electrodomésticos caros puede alcanzar el nivel de vida que la televisión le muestra día a día como modelo a alcanzar.
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Esa es una de las vergüenzas: el saqueo irracional e indiscriminado, el saqueo por el saqueo, las ganas de hacer daño y de tocar el cielo fácilmente. La excusa era el hambre, pero nadie tiene hambre pocas horas después de un sismo. Solo fue la excusa. Y así como destruyeron las grandes tiendas y supermercados que simbolizan el sistema (Líder, La Polar), hicieron mierda pequeños negocios de cualquier cosa, solo por hacerle daño al sistema.
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Y así, poco a poco se conoció la otra vergüenza: la de las grandes empresas que por aumentar sus ganancias a como dé lugar construyen rebajando la calidad de la construcción.
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Por un lado, carreteras urbanas, pasos a nivel y pasarelas peatonales construídas en los últimos años con las magníficas prebendas entregadas por Ricardo Lagos se fueron al suelo. El sistema de concesiones muestra sus debilidades y termina por derrumbar el único éxito laguista que aún quedaba en pié.
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Además, el terminal de pasajeros del aeropuerto de Santiago sufrió graves daños, que obligaron a su cierre temporal y todos pensaban en un aeropuerto alternativo. Pero ese otro aeropuerto ya no existe, porque Ricardo Lagos lo cerró para construir departamentos, a pesar que todas las instancias judiciales han ratificado que el cierre de Cerrillos fue ilegal, que fue una testarudez laguista más.
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Y por el otro lado, el colapso de innumerables edificios mal construídos. El primero conocido es un símbolo de este terremoto: Alto Río, en Concepción. Pero están los que se inclinaron en Maipú y los que con los días van apareciendo en Ñuñoa, Macul, San Bernardo, Conchalí, Santiago, Independencia, Viña del Mar, etc., además de aquellos edificios y casas que por su antigüedad no resistieron la violencia del sismo y se cayeron o quedaron indefectiblemente dañados.
Esta es la otra vergüenza, la de los sinvergüenzas que no tienen ética empresarial, que solo conocen la ética de la acumulación rápida y fácil, aunque sea a costa de la vida de las personas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es la mejor interpretación que he leído, es muy cierto...

Anónimo dijo...

Renato nos gusta tu interpretacion, es muy descriptiva y realista. El otro comentario q te enviamos describe las causas de este tremendo problema de injusticias en las hemos vivido durante tantos anos. Sin embargo, nosotros buscabamos una respuesta mas coherente en respuesta a un articulo q escribio el Fernando Villegas en el dirario la Tercera hace unos dias y q esta circulando. Ese nos parecio horrible casi patetico. Me imagino q ya sabes cual es, sino avisame te lo reenviamos. gracias, un abrazo para ti tambien. Juan y Carola

Anónimo dijo...

Este terremoto deja entrever nuevamente la ilusión bipartidista, con la derecha al poder todo se resolverá vía caridad, bonos, pescado regalado. Más sería de analizar por qué en 20 años de concertacióna tampoco se ha alcanzado una mejor solución. Agradezcamos al terremoto que vino a botar abajo la falsa apariencia de equidad social (los edificios nuevos y derrumbados con una linda fachada son un excelente simbolo de los tiempos) y que le pone una tremenda prueba de fuego al bipardismo monoidelogico. Es una buena oportunidad para que el siguiente gobierno revise los cimientos de esta idea país llamada Chile, corrija sus fallas estructurales o se enfrente a las consecuencias.